Hace unas semanas, un amigo que tiene una startup se refirió a mí como un hombre "hecho a sí mismo". Aunque su buena voluntad era evidente, lo cierto es que el piropo no me gustó del todo. No por nada, sino porque creo que este concepto es bastante peligroso y, en realidad, encierra otras ideas aún más peligrosas.
El pasado sábado vi en La Sexta Noche la entrevista que le hicieron a Josef Ajram, un corredor de Bolsa cuya historia personal siempre me ha gustado bastante, aunque también sospechaba que algunas partes de su discurso podrían no ser demasiado recomendables. Y la entrevista confirmó mis sospechas.
En la entrevista, Josef Ajram opinó sobre diversos aspectos políticos, sociales y económicos de nuestro país. En sus declaraciones, por desgracia, dijo bastantes barbaridades que me demostraron lo que ya sospechaba. Y es que en lo que a aspectos económicos y -sobre todo- sociales se refiere, este hombre es bastante ignorante (y esto no es un insulto, sino una pura definición). Estas fueron algunas de las barbaridades:
Leer más: Josef Ajram o por qué no hay que fiarse de los hombres hechos a sí mismos - Blogs de #emprendedorfurioso http://bit.ly/1vHO86z
1.- “El 33% del paro en España no es real (…) por eso la gente no saquea escaparates”. Dice el bueno de Ajram: “Me sorprende la paciencia y el aguante de la sociedad española. Estoy decepcionado con la sociedad española. […] Si hay un 26% de paro, ¿cómo es que nadie ha saqueado los escaparates de Paseo de Gracia?”. Para él, la respuesta está en que “el 33% del paro en España no es real, es gente que sobrevive haciendo trabajos en negro”.
Lo sorprendente de su afirmación no son los datos sobre economía sumergida en nuestro país, sino esa especie de silogismo que asegura que si el país no está en llamas es por la economía sumergida. Se ve que el hecho de que los ciudadanos no seamos salvajes o que tengamos un mínimo de conciencia cívica no es una razón, por lo que parece.
2.- “Un 8% no está en paro, sino que trabaja en negro. (…) Me revienta pagar impuestos y que otros no lo hagan”.Aquí el amigo Ajram recurre al mantra favorito de algunos: que si somos un país de pícaros, que si la factura sin IVA, que si el Lazarillo de Tormes, bla bla bla... Aunque lo mejor de todo no es el discurso de la picaresca, sino que a nuestro pobre broker le “reviente” pagar impuestos mientras otras personas trabajan en negro y a lo mejor hasta cobran el paro al mismo tiempo, fíjate tú qué jetas.
Es probable que en nuestro país haya un número significativo de jetas, pero parece más probable que haya un número aún mayor de personas que no tengan un maldito euro y que, ante eso, tengan que ganar cuatro duros en negro. Porque, amigo Josef, nadie que trabaje en negro se forra (menos algunos que yo me sé). Quien trabaja en negro, por lo general, simplemente sobrevive.
3.- “Los parados de larga duración son excepcionales, no podemos hacer de la excepción una norma”. Esto aseguró Josef Ajram ante un vídeo sobre parados de larga duración. Por suerte, Andrea Ropero le corrigió (“Hay 2,6 millones de parados de larga duración”), pero la respuesta del entrevistado fue aún peor: “De los 40 millones de españoles, esto no es lo normal”.
Conviene hacer dos matizaciones a tan brillante intervención. En primer lugar, España no tiene 40 millones de habitantes, sino 47,27 millones, concretamente. En segundo lugar, no sé si Josef Ajram piensa que los niños de dos años pueden trabajar. Josef, ya te digo yo que no. La población activa en España es de 22,9 millones, con lo que esos 2,6 millones (sin incluir a sus respectivas familias) representan un 11,3% de la población activa. Caray, ¿tan “excepcional” es un 11,3%?
4.- “Que los parados de larga duración recurran a la compasión, a la caridad y a su talento”. En fin, no pienso ni comentarlo. Está en el minuto 12.
En cualquier caso, lo peor del discurso de Josef Ajram no es su ignorancia. Ni siquiera su falta de empatía. Lo peor de su discurso es el darwinismo social que destila, ese darwinismo social que te lleva a pensar que, si tú pasaste dificultades, todo el mundo debería pasarlas.
En su carrera profesional, la de Josef Ajram esuna sensacional historia basada en su talento, en su superación y en hacer lo que le gusta intentando ser el mejor. Como digo, un magnífico ejemplo para muchos. Un día, Josef decidió dejar su carrera y buscarse la vida por su cuenta. Con un gran talento, pero con no pocas dificultades.
No es el único. Somos muchos los que alguna vez hemos tenido que enfrentarnos a varias situaciones y, de un modo u otro, hemos conseguido superarlas. Lo malo de los que hemos sobrevivido a ciertas dificultades es que a veces pensamos que todo el mundo debería pasarlas, porque, si nosotros las pasamos putas en su momento, ¿por qué los demás iban a tenerlo fácil?
La (tremenda) falacia del darwinismo social
Como ya hemos dicho alguna vez, pretender explicar el éxito o el fracaso solo en clave de talento y esfuerzo es, simplemente, una chorrada como un piano. Puede que los que han superado las dificultades lo hayan hecho gracias a su talento y a su esfuerzo, pero lo más probable es que la receta haya tenido muchos más ingredientes: un poco de suerte, un colchón económico, un apoyo familiar o un contacto idóneo en el mejor momento.
Eso, amigo Josef, no lo tiene todo el mundo. Que la gente no supere las dificultades no significa que no valgan para ello. Puede que, simplemente, no hayan podido conseguir todos los ingredientes de la receta.
Pero claro, cuando las cosas te van bien decides premiarte a ti mismo (algo bastante lógico, dicho sea de paso), y lo achacas todo a tu talento. Nunca concedes crédito a la suerte, o a que tus condiciones personales y económicas hayan sido mejores que las que aquellas personas que no consiguen salir del hoyo.
Lo malo es que los supervivientes caigan en el darwinismo social del que hablábamos antes. Ese punto de vista que dice que oye, que la vida es dura, chico, y si quieres que las cosas te salgan bien tienes que espabilar y mover el culo, no dedicarte a lloriquear sentado en el sofá. Que esta vida es una jungla: o matas, o te matan.
Lo malo, amigo Josef, es que esto no es la ley de la selva. Esto es un Estado. Y el deber de un Estado es ayudar y proteger a sus ciudadanos, aunque en ocasiones puntuales (estas sí son puntuales) tenga que caer en un paternalismo que (quizá) pueda ser contraproducente.
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