miércoles, 13 de marzo de 2013

La tabla rasa, Steven Pinker. Biblioteca Error500

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La tabla rasa de Steven Pinker es, ante todo, una delicia de libro para todos los que hemos sido cautivados en algún momento de la vida por el debate entre la ciencia, la filosofía, la evolución, la psicología y la naturaleza humana.
Lleno de citas, debates, historia e implicaciones políticas, educativas y sociales, La tabla rasa se enfrente al gran tema de la naturaleza humana con una posición fuerte de entrada que es defendida a lo largo de toda la obra: la evolución a través de la genética humana influye en quienes somos, en nuestra conducta, que no es sólo es fruto de los factores educativos y sociales.

La tabla rasa, el buen salvaje y el fantasma en la máquina

Pinker dedica mucho tiempo a desmontar tres dogmas que han pervivido en las ciencias sociales durante el último siglo: “el Buen Salvaje” planteado por Rousseau que apunta a la bondad innata del ser humano ejemplificada en la desmentida ausencia de violencia de las tribus que no habían tenido contacto con la civilización; “el Fantasma en la máquina”, que alude a que a las personas las habita una alma inmaterial, donde está localizado el libre albedrío y la capacidad de elección y que no se puede reducir a una función cerebral; y sobre todo la idea de la “tábula rasa”, o el entendimiento de que la mente no tiene una estructura única y que toda su organización es resultado del medio ambiente, por medio de la socialización y el aprendizaje.
En esta parte está lo mejor y lo menos valioso de Pinker. Por un lado tenemos un “tour de force” luchando contra los prejuicios políticos que se han antepuesto a la ciencia para evitar caer en el “determinismo genético” que podría derivar en discriminaciones étnicas, de género o sociales, puesto que muchas veces ha sido utilizado por el fascismo en su argumentario.
En La tabla rasa, Pinker defiende que la influencia biológica en la naturaleza humana (que no es determinista en el sentido estricto del término) no sólo no debe derivar en discriminación sino todo lo contrario: defender que todos deben tener derecho a la educación porque todos tienen exactamente el mismo potencial o que hay que hay que respetar la diversidad y los pueblos indígenas porque estos son no violentos lleva a un cortocircuito ético: esos imperativos morales quedan desnudos en el momento en que se encuentran fisuras en su argumentación científica.
Esta es la faceta que más me ha gustado de Pinker que no se esconde en ningún momento, su lucha contra los que, desde la ciencia, han intentado forzar que el entendimiento que tengamos sobre el ser humano sea lo que nos gustaría (todos nacemos iguales, con la misma educación y oportunidades llegaríamos todos a lo mismo) y no lo que en realidad es y podemos averiguar con el método científico aplicado sin estos prejuicios.
Hacía referencia a lo menos valioso de Pinker y aquí también lo encontramos. Es bueno desmontando la argumentación de ciertas corrientes de la psicología como el conductismo o de la antropología, pero cuando entra a poner sobre la mesa los argumentos que propone desde la neurociencia abunda en los “parece claro que”, “todo indica que”… hay mucho más de desmontar la tesis contrarias que de aportar una teoría completa y contrastada. Tanto la neurociencia como la genética evolutiva tienen, si atendemos a “La tabla rasa”, mucho camino por recorrer para ofrecer una descripción completa de la naturaleza humana.

Las “ciencias sociales”y la filosofía frente a la “ciencia dura”

Algo que subyace de trasfondo de esta obra es la pugna en el conocimiento entre la “ciencia dura” frente a las ciencias sociales y también la filosofía, a las que va recortando terreno y cuestionando en bastantes de sus “competencias”. Es algo que también reflejaba otra obra sobre la naturaleza humana, en este caso la de Jesús Mosterín
No es de extrañar por tanto que las mayores críticas a la obra de Pinker vengan de la psicología y la antropología. De hecho su proyección como “enfant terrible” mediático de la ciencia moderna (añado aquí su vídeo TED) y la defensa radical de sus planteamientos han ayudado bastante a que esté en el disparadero.
En todo caso un libro fascinante, ameno e intelectualmente estimulante. En un terreno tan abierto como el aborda, “La tabla rasa” de Pinker no debería ser sino el comienzo de otras muchas lecturas a las que, como buena obra de divulgación, lleva inevitablemente.
El libro se puede comprar para ebook y libro físico, en Aamzon tienen la edición de Paidós en tapa blanda bastante barata (La tabla rasa ya tiene unos años) y algo más cara en libro electrónico (sigo sin explicármelo). Relacionado con él, recomiendo también la obra de Jared Diamond que también hemos comentado por aquí.

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