Voy a hablar del salón recreativo al que iba yo cuando tenía 12 o 13 años, conocido como “Jocs 54″ o eso decían, porque nunca vi ningún cartel con el nombre. Actualmente y, desde hace ya bastantes años, ya no existe. Los míticos 80 estaban en pleno apogeo y esta es la fauna que uno se podía encontrar en los “salones del vicio”. Para los que lo vivisteis y lo queráis recordar, y para los que no llegasteis a vivirlo… allá vamos:
El encargado: Era un tipo extraño y callado que rondaba más o menos los 40 años de edad. Él era el que se encargaba de dar el cambio de las monedas, o de los billetes a los que iban con mucha pasta. Su riñonera cargada de monedas era el objeto más codiciado de toda la sala recreativa, de modo que el tipo siempre la llevaba bien amarrada. También era el encargado de “arreglar” los futbolines y los billares cuando las monedas se quedaban encasquilladas, algo que pasaba con frecuencia. El tipo llegaba, abría la máquina y sacaba la moneda. Eso si, siempre con mala cara y como si te estuviera haciendo el favor de tu vida.
En teoría, uno de sus trabajos era también el de mantener “la paz” en caso de pelea y echar a los causantes, pero eso se lo pasaba por el forro y cuando había movidas desaparecía sin dejar rastro.
El crack: Estos sujetos solían tener entre 18 y 25 años, lo cual los convertían en “los mayores” y modelo de admiración del resto de personajes que pululábamos por ahí. Jugaban sobre todo a las máquinas de “pin ball”, pero también los podías ver jugando a otros tipos de juego, siempre dominando la partida y con un cigarrillo en la boca. De echo, estoy casi seguro de que la parte esa donde se podían dejar los cigarrillos en las recreativas la pusieron por ellos y las quitaron cuando desapareció esta especie. Eran los mejores y lo sabían. Sus partidas se llenaban siempre de “mirones” y siempre estaban junto a las mejores pivitas de la sala.
Había diferentes tipos de “cracks“, algunos especializados en los pinballs, otros en juegos de coches, otros de lucha, algunos eran campeones de futbolín, etc, pero todos compartían un carácter tranquilo y callado, pelazo largo y una camiseta de algún grupo heavy como uniforme oficial.
Los mirones: “Los mirones” se diferenciaban entre el resto de personajes porque nunca los veías jugando a nada. Simplemente se ponían junto a algún jugador y observaba atentamente todo lo que sucedía en la pantalla. Normalmente se ponían junto a “los cracks“, pero de vez en cuando, se podía ver a alguno de ellos junto a jugadores más normales. Algunos “mirones” incluso llegaban a darte consejos en mitad de la partida, los cuales los convertían en una especie de guía en un desierto, sobre todo en juegos difíciles, si bien es verdad que la mayoría de las veces incomodaban más que ayudaban.
Se rumorea, que gracias a todo el aprendizaje obtenido tras años de observación, muchos de “los mirones” acabaron como críticos de juegos en las revistas de la época.
Las pivitas: Era otra época y el mundo de las recreativas era algo casi exclusivo de hombres, por lo menos a lo que jugar se refiere, pero eso no significaba que no hubieran chicas en los salones. Ni mucho menos.
“Las pivitas” daban el color femenino que se necesita en cualquier sitio. Lógicamente había de todo: Estaban las pivitas orco, las pivitas normales y por encima de todas, las musas, las pivitas pivones.
Las pivitas orco solían deambular por el salón cual zombie en un supermercado. Normalmente estaban en grupo y alejadas del resto de seres, pero algunas veces se les podía ver junto al grupo de “los chunguitos“, compartiendo cervezas, cigarrillos y fluidos. Ellos eran los únicos que tenían estómago para aguantar algo así.
Las pivitas normales por lo general solían ser amigas de los jugadores casuales que iban por ahí. Típica tarde de sábado que salías con tus amigos, ibas al cine y acababas en una sala recreativa. Lo normal para las pivitas normales.
Las pivitas pivones, o también conocidas como “pivitas deluxe” o “pivitas premium” eran semi diosas del salón recreativo. Movían sus caderas por la sala y hacían que el mundo se detuviese a su paso. Por regla general solo se dejaban tocar por “los cracks”, puesto que la combinación de su condición de super jugador más su carácter introvertido y algo chulesco los hacía altamente atractivos para estas chicas.
Algunas de ellas sin embargo, abandonaron el grupo de “los cracks” y se fueron con “los chunguitos”, que fueron ganando el terreno poco a poco. A día de hoy, los hijos e hijas de esta combinación tienen nombres como “Jonathan” y “Jenny” y se ponen nicks en internet del palo “Sa_Rubitah_toa_Wapa“.
Los chunguitos: Los peleones, los matones, los más bestias y bellacos. Siempre, siempre, siempre habían miembros de “los chunguitos” en la sala. Normalmente cuando habían dos o tres no solía haber problemas, porque se limitaban a vigilar su territorio ( casi siempre la zona de billares ). Lo jodido era cuando se juntaban varios y se hacían la competencia entre ellos para ver quien era más chungo.
Una de las actividades de esos personajes era pedir “5 duros” a cualquier persona con pinta de pardillo que hubiera por la zona. También pedían cigarrillos, cervezas u otras cosas, pero lo estándar era la moneda de 5 duros.
Otra actividad cotidiana de “los chunguitos” era la pelea. Incluso se peleaban entre ellos cuando se disputaban el amor de alguna piva, ya fuera una piva orco o una piva premium. En esos momentos podía pasar cualquier cosa, y lo mejor era o bien salir para afuera, o bien intentar pasar desapercibido de la mejor forma posible.
Los amigos gorrones: Típico amigo que acude a tu máquina cuando metías una moneda de 100 pesetas y salía el típico mensajito de “PLAYER 2: PRESS START BUTTON” y ni corto ni perezoso apretaba el puto botón. Algunos decían “ha sido sin querer“, otros “tío, es para ayudarte“, pero vamos…todos eran unos gorrones. Con los “amigos gorrones” podías o bien discutir con ellos, o bien pasar del tema y seguir jugando. Normalmente si de verdad su ayuda era válida en el juego te olvidabas de que te acaba de soplar 1 crédito por el morro. Al fin y al cabo eran amigos. Esta táctica la utilizaban también algunos “chungos” y en ese caso lo mejor era callarse la boquita y hacer como si no pasase nada, porque de lo contrario podías acabar perdiendo algo más que un crédito.
Y hasta aquí llegan mis recuerdos de esa entrañable fauna que habitaban los salones recreativos. Aquellos años que quedarán marcados en la mente y el corazón de un chavalín que se gastaba las monedas en maquinitas de videojuegos.
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